Entre gallos anda el juego. El juego de gallos a la luz de El coronel no tiene quien le escriba de G.G. Márquez
Résumé
Con esta pequeña reflexión sobre la obra que Álvaro Mutis consideró “la más acabada y perfecta” de su amigo, el colombiano y universal, Gabriel García Márquez intentaremos descifrar una de las claves –o, ¿la clave?- interpretativas que estructuran la trama literaria de El coronel no tiene quien le escriba (1961). Nos referimos al gallo del coronel. ¿Las ‘peleas de gallos’ son un juego? ¿Y si decimos ‘juego de gallos’? Entretenimiento popular en Colombia y en otros países de América Latina, entretenimiento que desde sus orígenes ha despertado fanatismos a su favor y en su contra, las peleas de gallos parecen ser familiares al autor colombiano. No en vano, constituye el punto de arranque de la historia narrada en su celebérrima obra Cien años desoledad tras el asesinato de Prudencio Aguilar por parte del patriarca José Arcadio Buendía lo que le fuerza al exilio y le lleva a fundar Macondo. Como los lectores de la obra recordarán, y para los futuros lectores aquí queda el argumento, la historia contada en este breve libro – escrito como nos cuenta otro amigo del autor, Carlos Fuentes, en Francia donde se encontraba García Márquez “encerrado en un hotel de la Rue Cujas cuyo único adorno era un retrato de Mercedes […]125” en un principio trabajando como corresponsal de prensa y con la intención de estudiar cine- nos narra la vida de un coronel retirado que vive con su esposa en “el pueblo” perdido en Colombia. Ese coronel del que no sabremos su nombre (como tampoco sabremos el de su mujer ni el del pueblo) es un veterano de la guerra civil que desde el tratado de Neerlandia espera pacientemente (con ‘paciencia de buey’, dirá su mujer) a que le llegue la pensión vitalicia acordada a todos los valientes oficiales que defendieron la República. Este hilo argumental, el de la espera, el propio autor nos recuerda que está tomado de la realidad, de la historia de su propio abuelo que estuvo esperando durante muchos años el reconocimiento de sus servicios a las Fuerzas Liberales durante la guerra de los Mil Días (1899-1902). A la paciente y tozuda espera del coronel hay que añadirle, en cuanto a la construcción argumental de la obra, el recuerdo de la reciente muerte de su hijo Agustín, un joven “fanático” de las peleas de gallos, asesinado por la policía durante una redada en la gallera. El coronel, su esposa y el gallo de pelea dejado por Agustín al morir sobreviven o, mejor dicho, malviven sumidos en la más absoluta pobreza esperando la pensión de jubilado. La ansiosa espera de la carta y la insostenible miseria en la que viven provocan discusiones en la pareja sobre la suerte que debería correr el gallo, venderlo o cumplir el sueño de su hijo: que el gallo pelee en la gallera del pueblo en los torneos de enero. La espera nos permitirá conocer a otros habitantes del pueblo, un pueblo donde reinan la opresión y la violencia debidas al estado de sitio al que está sometido. A la vista de este argumento intentaremos aclarar los diferentes puntos de unión existentes entre las peleas de gallos y el problema del gallo en la novela. Para ello, hemos organizado nuestro estudio en tres movimientos. El primero, titulado “Juego de gallos, pelea de gallos, lidia de gallos o riñas de gallos”, nos ayudará a comprender cómo las peleas de gallos se pueden considerar como un juego a la luz de los diferentes testimonios que presentaremos. El segundo movimiento que desarrollaremos, que se titula “El coronel no tiene quien le escriba y la barbarie”, nos llevará a concebir la pelea de gallos tal y como se nos presenta en la obra como algo más que un juego. Finalmente, en el tercer movimiento, titulado “Juego de gallos y juegos de azar”, veremos las relaciones que existen entre el juego de gallos y otros juegos de azar presentes en la obra garcimarqueña así como en la tradición histórico literaria. Entre la realidad y la ficción, iremos descubriendo los entresijos de este controvertido juego, y sobre todo, si lo podemos denominar de esta manera. Por otra parte, la figura del gallo –animal dedicado a Febo, animal sacrificado por Sócrates a punto de morir, símbolo de Marte y consagrado a Júpiter, entre otras referencias clásicas y mitológicas- va tomando un protagonismo indiscutible en la novela hasta el punto de que de un momento a otro, a través de sonidos guturales, el hijo muerto parece volver a la vida. Veamos cómo.
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